miércoles, 8 de septiembre de 2010

No poder dormir incentiva el stream of consciousness a morir. La piel está más pálida y los ojos contrastan hasta hundirse más en la mirada, mi mirada, para adentro y hacia afuera como flechas de pétalos de humo que muy rápido se desarman en nada.

Eso y todo lo que pienso es nada, creo, no sé.

No sé qué pensar, si reirme, si hacer un esfuerzo y llorar, porque todo lo que es agua adentro mío está congelado, como cubos minúsculos, como prismas que pueden derretirse ante el primer síntoma de un día de sol.

Sé que no sé más nada al respecto y que la puta duda baila conmigo una especie de vals encantado, en medio de enredaderas y muros viejos de alguna casa soñada, abandonada.

En una fuente, tomo agua en el mismo instante que vos lo hacés, y un beso deja de ser eso que parece.

Siento en la boca un mar fresco, agua fría, transparente, pura, pero es un instante color plata. En tus colores está el mío, sólo que nunca lo vi, es de color terciopelo, es demasiado, es algo que no sé.

La magia existe claramente en ese momento que deja ver la naturaleza de todo lo que aparece frente a nuestros ojos. Ese instante, microsegundo, de verdad, es todo. La exposición, de un paisaje de día y noche a la vez, del equilibrio de la vida misma. No es un esoterismo barato ni menos que eso. El disfrute amplio y extático de lo que es. Todo es.

Si me duermo, sueño extraño, y el ánimo de todo lo lindo me consume. Me consume pensar en amor, hacer esfuerzo por pensar en nada, y también nadar.

Nadar todo lo que pueda, lejos, muy rápido, respirar agua pura para limpiarme de vida, ser más linda…

Escaparme, correr muy rápido, rápido, tan rápido que el viento me moja la cara y el pelo se despega. Los ojos que me duelen, de volar tan lejos. .. Ahí, que me vengas a buscar, si me escapo, eso, que me vengas a buscar y no te canses. Que puedas correr tan rápido como yo. Que no te importe nada, que te importe todo. Que yo vuele y corra. Que sea yo. Que de repente sea. Que de repente sobre el cielo. Que te muerda y te duela, pero no, te gusta y te desarma. Que me despierte del sueño helado, que me acuerde de todo de repente, de cómo se hacía, de cómo asegurarme, de cómo prenderme a ese árbol para no despegar.

Que me veas, más que todo, que me veas, que estés adentro y lo sientas, que te enfurezca y te prendas fuego, que te quemes, que te apagues, que me abrigues con todas las hojas de todos los parques de otoño.

Así voy a ser siempre.